Cómo fortalecer su matrimonio
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Cómo fortalecer su matrimonio
El compromiso conlleva un sentido de la obligación
El sentido del compromiso tiene que ver con el hecho de sentirse obligado o moralmente impelido a hacer algo. A veces, esta palabra se aplica a algo impersonal, como un acuerdo comercial. Por ejemplo: un contratista se ve obligado a cumplir los términos de un contrato que ha firmado para construir una casa. Aunque quizás no conozca personalmente a quien le encargó la obra, se siente comprometido a no faltar a su palabra.
Si bien el matrimonio no es un frío trato comercial, el compromiso que encierra conlleva cierto sentido de la obligación. Usted y su cónyuge han prometido solemnemente ante Dios y los hombres permanecer juntos, pase lo que pase. Jesús declaró: “El que creó [al hombre y a la mujer] desde el principio los hizo macho y hembra y dijo: ‘Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se adherirá a su esposa’”. Y luego añadió: “Lo que Dios ha unido bajo un yugo, no lo separe ningún hombre” (Mateo 19:4-6). Así pues, cuando surjan problemas, ambos deben estar resueltos a mantener la promesa que se han hecho.* Una esposa admite: “Las cosas no empezaron a mejorar hasta que dejamos de considerar el divorcio como una opción”.
Sin embargo, aparte del sentido de la obligación, el compromiso adquirido implica algo más. ¿A qué nos referimos?
La labor en equipo fortalece el sentido del compromiso
El hecho de que los cónyuges tengan sentido del compromiso no significa que siempre vayan a estar de acuerdo. Cuando surge una discrepancia, debería existir un sincero deseo de solucionar el asunto, no tanto debido a una promesa que los compromete, sino más bien debido a un vínculo afectivo. Sobre el esposo y la esposa, Jesús dijo: “Ya no son dos, sino una sola carne”.
¿Qué quiere decir ser “una sola carne” con su cónyuge? El apóstol Pablo indicó que “los esposos deben estar amando a sus esposas como a sus propios cuerpos” (Efesios 5:28, 29). Así que ser “una sola carne” significa, entre otras cosas, que a usted debe preocuparle el bienestar de su cónyuge tanto como el suyo propio. Las personas casadas tienen que cambiar de una forma de pensar individualista a otra en pareja: del “yo” al “nosotros”. Cierta consejera escribió: “Ambas partes tienen que dejar de pensar y sentircomo solteros, y comenzar a hacerlo como casados”.
¿Piensan y sienten usted y su cónyuge como casados, o como solteros? Es posible permanecer juntos durante muchos años sin llegar a ser “una sola carne” en este sentido. Aunque efectivamente esto puede ocurrir, (Dele tiempo al tiempo) dice: “El matrimonio implica compartir la vida, y cuanto más compartan dos personas, mejores cimientos ponen para una buena relación”.
Algunas parejas infelices siguen juntas por los hijos o por seguridad económica. Otras aguantan porque tienen fuertes objeciones morales al divorcio o porque temen lo que otros piensen si rompen su relación. Aunque es muy loable que estos matrimonios perduren, recuerde que su objetivo debería ser gozar de una relación con amor, y no sencillamente duradera.
El altruismo fomenta el sentido del compromiso
La Biblia predijo que durante “los últimos días” las personas serían ‘amadoras de sí mismas’ (2 Timoteo 3:1, 2). En conformidad con esa profecía, el énfasis hoy día parece radicar en la veneración del “yo”. Por desgracia, muchas parejas consideran que dar de uno mismo sin garantía de ser correspondido es un signo de debilidad. Sin embargo, en el seno de un matrimonio fuerte, ambos cónyuges manifiestan un espíritu de sacrificio. ¿Cómo puede lograrse esto?
En lugar de pensar demasiado en qué gana usted con esa relación, pregúntese: “¿Qué estoy haciendo yo a fin de fortalecer mi matrimonio?”. La Biblia dice que los cristianos no deberían “vigila[r] con interés personal solo sus propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás” (Filipenses 2:4). Al mismo tiempo que medita sobre este principio bíblico, analice lo que hizo esta semana. ¿Cuántas veces actuó bondadosamente con el único objeto de beneficiar a su cónyuge? Cuando este quiso hablar, ¿le prestó atención incluso si no tenía muchas ganas de hacerlo? ¿En cuántas actividades participó que interesaban más a su cónyuge que a usted?
Cuando reflexione en estas preguntas, no se preocupe por si sus buenas acciones pasan desapercibidas o no son recompensadas. “En la mayoría de las relaciones —explica una obra de consulta—, los buenos actos son correspondidos; así pues, esfuércese por animar a su cónyuge a ser altruista dándole el ejemplo.” Tal demostración del espíritu de sacrificio fortalece su matrimonio porque transmite la idea de que usted lo valora y quiere mantenerlo.
Es fundamental ver el matrimonio como algo duradero
Jehová Dios valora la lealtad. De hecho, la Biblia dice: “Con alguien leal tú [Jehová] actuarás en lealtad” (2 Samuel 22:26). La lealtad a Dios entraña ser leales a la relación matrimonial que él instituyó (Génesis 2:24).
La lealtad mutua hace que los cónyuges sientan que su unión es duradera. Se ven juntos cuando piensan en los meses, años y décadas que tienen por delante, y les resulta impensable la opción de no seguir casados. Todo ello aporta estabilidad a su relación. Una esposa explica: “Aun cuando estoy muy enfadada con [mi marido] y muy molesta por lo que nos ocurre, no me preocupa que nuestro matrimonio vaya a romperse, sino el modo como vamos a resolver la situación. No me cabe ninguna duda de que vamos a reconciliarnos; solo que no veo la manera en ese preciso momento”.
Una parte esencial del compromiso que hemos contraído con nuestro cónyuge es ver esa unión como un vínculo duradero, perspectiva de la que, tristemente, carecen muchos matrimonios. En medio de acaloradas discusiones, uno de los cónyuges puede decirle al otro: “¡Te dejo!” o “¡Buscaré a alguien que me sepa valorar!”. Es verdad que en la mayoría de las ocasiones el significado de esas palabras no es literal; aun así, la Biblia indica que la lengua puede estar “llena de veneno mortífero” (Santiago 3:8). Estas amenazas equivalen a decir: “Para mí, nuestro matrimonio no es un vínculo permanente. Puedo irme en cualquier momento”. Insinuar algo semejante resulta demoledor en un matrimonio.
Quienes asumen que el matrimonio es para siempre esperan permanecer junto a su cónyuge en los buenos y en los malos tiempos. Esto tiene una ventaja añadida: les facilitará mucho a cada uno aceptar las debilidades y errores del otro, y continuar soportándose y perdonándose liberalmente (Colosenses 3:13). “En un buen matrimonio —indica cierto manual— hay sitio para los errores de ambos y para que, a pesar de ellos, el matrimonio se mantenga unido.”
El día de la boda, usted se comprometió, no con la institución del matrimonio, sino con una persona: su cónyuge. Este hecho debería afectar profundamente el modo como piensa y actúa ahora que está casado. ¿No concuerda con que debería continuar con su cónyuge no solo porque cree firmemente en la santidad del matrimonio, sino también porque ama a la persona con la que se casó?
El sentido del compromiso tiene que ver con el hecho de sentirse obligado o moralmente impelido a hacer algo. A veces, esta palabra se aplica a algo impersonal, como un acuerdo comercial. Por ejemplo: un contratista se ve obligado a cumplir los términos de un contrato que ha firmado para construir una casa. Aunque quizás no conozca personalmente a quien le encargó la obra, se siente comprometido a no faltar a su palabra.
Si bien el matrimonio no es un frío trato comercial, el compromiso que encierra conlleva cierto sentido de la obligación. Usted y su cónyuge han prometido solemnemente ante Dios y los hombres permanecer juntos, pase lo que pase. Jesús declaró: “El que creó [al hombre y a la mujer] desde el principio los hizo macho y hembra y dijo: ‘Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se adherirá a su esposa’”. Y luego añadió: “Lo que Dios ha unido bajo un yugo, no lo separe ningún hombre” (Mateo 19:4-6). Así pues, cuando surjan problemas, ambos deben estar resueltos a mantener la promesa que se han hecho.* Una esposa admite: “Las cosas no empezaron a mejorar hasta que dejamos de considerar el divorcio como una opción”.
Sin embargo, aparte del sentido de la obligación, el compromiso adquirido implica algo más. ¿A qué nos referimos?
La labor en equipo fortalece el sentido del compromiso
El hecho de que los cónyuges tengan sentido del compromiso no significa que siempre vayan a estar de acuerdo. Cuando surge una discrepancia, debería existir un sincero deseo de solucionar el asunto, no tanto debido a una promesa que los compromete, sino más bien debido a un vínculo afectivo. Sobre el esposo y la esposa, Jesús dijo: “Ya no son dos, sino una sola carne”.
¿Qué quiere decir ser “una sola carne” con su cónyuge? El apóstol Pablo indicó que “los esposos deben estar amando a sus esposas como a sus propios cuerpos” (Efesios 5:28, 29). Así que ser “una sola carne” significa, entre otras cosas, que a usted debe preocuparle el bienestar de su cónyuge tanto como el suyo propio. Las personas casadas tienen que cambiar de una forma de pensar individualista a otra en pareja: del “yo” al “nosotros”. Cierta consejera escribió: “Ambas partes tienen que dejar de pensar y sentircomo solteros, y comenzar a hacerlo como casados”.
¿Piensan y sienten usted y su cónyuge como casados, o como solteros? Es posible permanecer juntos durante muchos años sin llegar a ser “una sola carne” en este sentido. Aunque efectivamente esto puede ocurrir, (Dele tiempo al tiempo) dice: “El matrimonio implica compartir la vida, y cuanto más compartan dos personas, mejores cimientos ponen para una buena relación”.
Algunas parejas infelices siguen juntas por los hijos o por seguridad económica. Otras aguantan porque tienen fuertes objeciones morales al divorcio o porque temen lo que otros piensen si rompen su relación. Aunque es muy loable que estos matrimonios perduren, recuerde que su objetivo debería ser gozar de una relación con amor, y no sencillamente duradera.
El altruismo fomenta el sentido del compromiso
La Biblia predijo que durante “los últimos días” las personas serían ‘amadoras de sí mismas’ (2 Timoteo 3:1, 2). En conformidad con esa profecía, el énfasis hoy día parece radicar en la veneración del “yo”. Por desgracia, muchas parejas consideran que dar de uno mismo sin garantía de ser correspondido es un signo de debilidad. Sin embargo, en el seno de un matrimonio fuerte, ambos cónyuges manifiestan un espíritu de sacrificio. ¿Cómo puede lograrse esto?
En lugar de pensar demasiado en qué gana usted con esa relación, pregúntese: “¿Qué estoy haciendo yo a fin de fortalecer mi matrimonio?”. La Biblia dice que los cristianos no deberían “vigila[r] con interés personal solo sus propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás” (Filipenses 2:4). Al mismo tiempo que medita sobre este principio bíblico, analice lo que hizo esta semana. ¿Cuántas veces actuó bondadosamente con el único objeto de beneficiar a su cónyuge? Cuando este quiso hablar, ¿le prestó atención incluso si no tenía muchas ganas de hacerlo? ¿En cuántas actividades participó que interesaban más a su cónyuge que a usted?
Cuando reflexione en estas preguntas, no se preocupe por si sus buenas acciones pasan desapercibidas o no son recompensadas. “En la mayoría de las relaciones —explica una obra de consulta—, los buenos actos son correspondidos; así pues, esfuércese por animar a su cónyuge a ser altruista dándole el ejemplo.” Tal demostración del espíritu de sacrificio fortalece su matrimonio porque transmite la idea de que usted lo valora y quiere mantenerlo.
Es fundamental ver el matrimonio como algo duradero
Jehová Dios valora la lealtad. De hecho, la Biblia dice: “Con alguien leal tú [Jehová] actuarás en lealtad” (2 Samuel 22:26). La lealtad a Dios entraña ser leales a la relación matrimonial que él instituyó (Génesis 2:24).
La lealtad mutua hace que los cónyuges sientan que su unión es duradera. Se ven juntos cuando piensan en los meses, años y décadas que tienen por delante, y les resulta impensable la opción de no seguir casados. Todo ello aporta estabilidad a su relación. Una esposa explica: “Aun cuando estoy muy enfadada con [mi marido] y muy molesta por lo que nos ocurre, no me preocupa que nuestro matrimonio vaya a romperse, sino el modo como vamos a resolver la situación. No me cabe ninguna duda de que vamos a reconciliarnos; solo que no veo la manera en ese preciso momento”.
Una parte esencial del compromiso que hemos contraído con nuestro cónyuge es ver esa unión como un vínculo duradero, perspectiva de la que, tristemente, carecen muchos matrimonios. En medio de acaloradas discusiones, uno de los cónyuges puede decirle al otro: “¡Te dejo!” o “¡Buscaré a alguien que me sepa valorar!”. Es verdad que en la mayoría de las ocasiones el significado de esas palabras no es literal; aun así, la Biblia indica que la lengua puede estar “llena de veneno mortífero” (Santiago 3:8). Estas amenazas equivalen a decir: “Para mí, nuestro matrimonio no es un vínculo permanente. Puedo irme en cualquier momento”. Insinuar algo semejante resulta demoledor en un matrimonio.
Quienes asumen que el matrimonio es para siempre esperan permanecer junto a su cónyuge en los buenos y en los malos tiempos. Esto tiene una ventaja añadida: les facilitará mucho a cada uno aceptar las debilidades y errores del otro, y continuar soportándose y perdonándose liberalmente (Colosenses 3:13). “En un buen matrimonio —indica cierto manual— hay sitio para los errores de ambos y para que, a pesar de ellos, el matrimonio se mantenga unido.”
El día de la boda, usted se comprometió, no con la institución del matrimonio, sino con una persona: su cónyuge. Este hecho debería afectar profundamente el modo como piensa y actúa ahora que está casado. ¿No concuerda con que debería continuar con su cónyuge no solo porque cree firmemente en la santidad del matrimonio, sino también porque ama a la persona con la que se casó?
Invitado- Invitado
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