¿ ES UNA NIÑA ?
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¿ ES UNA NIÑA ?
BENDICIONES DE LO ALTO**** SALUDOS! DISFRUTA DE ESTA HERMOSA REFLEXION
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos ‘conoce, porque no le conoció a él. 1 Juan 3:1
Si es niña, no es hija mía”. Esas fueron las palabras de mi padre cuando supo de mi nacimiento. Mi madre era una adolescente asustada y abandonada por el delito de haber quedado embarazada sin estar casada. Solo habían pasado tres días desde mi nacimiento cuando mi madre se enfermó y no podía alimentarme. Cuando ambas estábamos a punto de morir, Dios envió a una maravillosa mujer que nos llevó a su casa, nos alimentó y compró medicamentos. Pasaron veinte días, y mi madre, sin razón aparente, se fue y me dejó con aquella mujer.
Han pasado más de cuarenta años y todavía llamo “madre” a la extraordinaria mujer que Dios envió para rescatarme. Ella ya tenía dos hijas, así que yo llegué para alegrar la vida de mis “hermanas”. Se peleaban por mecerme en la hamaca, hasta que mi “madre” descubrió cuál era el objetivo: estrellarme contra la pared. Ellas aún lo recuerdan, entre risas y vergüenza.
Muchas veces me he maravillado al ver cuán grande es el amor de Dios por mí. No en vano están contados mis cabellos desde que nací. Mi “madre” trabajó sin hacer distinción. Nos vistió, nos educó y nos alimentó a todas por igual. Y lo mejor fue que nos enseñó a confiar en Dios.
He tenido algún contacto con mi madre biológica. Ahora que soy madre, puedo entenderla. Aquella pobre niña estaba asustada y, peor aún, embarazada de un hombre mayor que prácticamente la obligó a tener relaciones con él. Le pido al Señor que la bendiga y la cuide.
¿Y mi padre? En realidad, yo no he tenido un padre terrenal que cuidara de mí, pero Dios me dio una madre que vale por mil padres. Además, comparto un maravilloso Padre celestial con muchos hombres y mujeres en esta tierra. Su amor cubre toda falta de padre terrenal. Tanto en mi como en ti se cumplen las maravillosas palabras l Juan 3:1; “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”.
Evidelia Gomez
JESUS ILUMINE NUESTRAS VIDAS
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos ‘conoce, porque no le conoció a él. 1 Juan 3:1
Si es niña, no es hija mía”. Esas fueron las palabras de mi padre cuando supo de mi nacimiento. Mi madre era una adolescente asustada y abandonada por el delito de haber quedado embarazada sin estar casada. Solo habían pasado tres días desde mi nacimiento cuando mi madre se enfermó y no podía alimentarme. Cuando ambas estábamos a punto de morir, Dios envió a una maravillosa mujer que nos llevó a su casa, nos alimentó y compró medicamentos. Pasaron veinte días, y mi madre, sin razón aparente, se fue y me dejó con aquella mujer.
Han pasado más de cuarenta años y todavía llamo “madre” a la extraordinaria mujer que Dios envió para rescatarme. Ella ya tenía dos hijas, así que yo llegué para alegrar la vida de mis “hermanas”. Se peleaban por mecerme en la hamaca, hasta que mi “madre” descubrió cuál era el objetivo: estrellarme contra la pared. Ellas aún lo recuerdan, entre risas y vergüenza.
Muchas veces me he maravillado al ver cuán grande es el amor de Dios por mí. No en vano están contados mis cabellos desde que nací. Mi “madre” trabajó sin hacer distinción. Nos vistió, nos educó y nos alimentó a todas por igual. Y lo mejor fue que nos enseñó a confiar en Dios.
He tenido algún contacto con mi madre biológica. Ahora que soy madre, puedo entenderla. Aquella pobre niña estaba asustada y, peor aún, embarazada de un hombre mayor que prácticamente la obligó a tener relaciones con él. Le pido al Señor que la bendiga y la cuide.
¿Y mi padre? En realidad, yo no he tenido un padre terrenal que cuidara de mí, pero Dios me dio una madre que vale por mil padres. Además, comparto un maravilloso Padre celestial con muchos hombres y mujeres en esta tierra. Su amor cubre toda falta de padre terrenal. Tanto en mi como en ti se cumplen las maravillosas palabras l Juan 3:1; “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”.
Evidelia Gomez
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