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"YO TAMBIEN QUIERO DE ESA AGUA"

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Mensaje por JOSH Dom Jul 05, 2015 1:17 am

El relato del encuentro entre Jesús y la samarita nos indica que él conoce el corazón humano y sabe toda la riqueza que encierra. Su pedagogía –esencialmente relacional- y la conciencia de su propia necesidad le llevan a pedir de beber a una mujer que tiene sed de trascendencia a pesar de su escepticismo e incredulidad.

De entrada, Jesús la bendice con su mirada. Es capaz de ver en ella a una misionera apasionada por anunciar a Dios de vida, más allá de la raza, el origen, el género, el comportamiento sexual y la religión. Por eso entra en diálogo: junto al pozo. Para Jesús no hay fronteras capaces de bloquear el encuentro: ni la defensividad, ni la ironía, ni la duda.

A lo largo del relato vemos que el encuentro avanza en intensidad y profundidad. La samaritana tiene gran necesidad de sentirse amada después de tantos intentos frustrados. Necesita sentirse reconocida porque su autoestima está muy golpeada… Experiencias de abandono, de rechazo, de fracaso, de utilización... Vive ahora con el sexto marido que tampoco le dará lo que ella más ansía. El texto dice muchas cosas en los silencios que habitan las palabras. En esos silencios vemos que Jesús no hace un juicio moral sobre la vida sexual de la mujer sino que aprecia su palabra más verdadera, respeta su silencio y lo hace fértil.

La mujer, por su parte, recorre un itinerario creyente que el autor del relato insinúa en los títulos que ella da a Jesús: primero le llama “cómo tú, un judío”, después le dice “Señor”, después lo reconoce como “profeta”, luego como el “Cristo” y concluye llamándole “El Salvador del Mundo”. Si éste fue su camino de fe, podemos imaginar su camino afectivo, su creciente adhesión a Jesús.

Jesús también le ofrece su intimidad: le revela su identidad. En el diálogo, cada uno se va descubriendo a sí mismo. Se tratan en una relación horizontal, de reciprocidad. Ella se descubre conocida y valorada personalmente. Jesús comparte con ella la misma y única misión. Ofrece un cauce vivificante y fecundo para su afectividad y su erotismo. Un cauce con doble vertiente: Dios de vida y la humanidad necesitada de esa vida. Ahí ella encuentra la trascendencia que buscaba. Por eso Jesús le revela que a Dios hay que adorarle en espíritu y en verdad: desde lo más profundo del corazón y en la vida cotidiana del pueblo. El templo, el culto, los ritos son relativos. No son lo esencial.

Podemos apreciar cómo Jesús habla con la mujer acerca de las cosas de Dios y ella lo comprende. Se trata de una auténtica sintonía de mente y de corazón, una respuesta de fe. La mujer se ha sentido atraída por Jesús y se ha convertido en su discípula, en mensajera de la Buena Nueva. El pueblo de Samaria ha creído en Jesús por las palabras de la mujer. Ella ha vivido una transformación en la que despliega su persona, sus afectos, su dinamismo vital, su liderazgo.



JOSH
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Mensaje por Mara Sáb Jul 18, 2015 12:37 am

Nuestro Dios Es muy grande
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